Cuentos VI: El Ermitaño y el Viajero

En una montaña alejada de toda civilización, vivía un viejo ermitaño. Éste, aislado de toda urbe social, estaba en pleno contacto con la naturaleza.
Conocida su sabiduría, se acercaban de vez en cuando buscadores y exploradores de conocimientos. Así, una mañana, cuando el ermitaño salía de la cueva, se encontró con un joven que requería de sus conocimientos.

-Necesito que me ayudes a encontrar lo que busco- afirmó el viajero. El ermitaño, lo miró en silencio, e ignorándole, siguió con su rutina: bajar al río, pescar un par de peces, hacer un pequeño fuego y desayunar. El joven viajero, lo acompañó con su mochila cargada de cosas. Éste, iba todo el camino preguntándole y hablándole:

Necesito tu ayuda, he viajado desde muy lejos, pues conocida es tu sabiduría. Necesito que me ayudes a encontrar lo que busco, pero lo necesito saber ya, porque mañana debo partir y seguir el viaje. Quiero saber si vas a ayudarme o no, porque si no, iré en busca de otro que sepa más que tú.

El ermitaño, seguían en silencio ignorando al viajero.

Bajaron parte de la montaña, y a la orilla del río, el ermitaño cogió de entre los arbustos escondida, una red casera que había fabricado tiempo atrás. Avanzó un par de pies dentro de la orilla y se puso a pescar.

Mientras, el viajero, lo miraba con rabia por no responder a ninguna pregunta, pero se sentía peor por ignorarle. Ni siquiera lo miró desde que llegó.
Volvio a preguntarle:

Ermitaño, es conocida tu fama por tu sabiduría, por eso estoy aquí, pero necesito que me ayudes a encontrar lo que busco. Vengo desde muy lejos, y estoy cansado y con hambre. No puedo esperar el timpo que tú quieras para que me respondas.

Pasada media mañana, el ermitaño ya había pescado tres peces. Después de un buen baño y un desayuno de pez crudo, guardó los otros dos peces. Los envolvió y los llevó consigo para la cueva.

Mientras, el viajero seguía con sus preguntas, y ahora, con un tono más desafiante:

¡¡Ermitaño, ¿¿me vas a responder?? ¿¿te vas a dignar a mirarme??!!! Llevo aquí desde esta mañana y me estoy cansado de tu silencio. Necesito seguir mi camino y saber si me ayudarás. Eso me hará partir antes o después y proseguir mi camino.

El ermitaño, que seguía ignorando al viajero, guardo los peces a buen recaudo con él y cuando se disponia a ir de camino a la cueva, el forastero, cansado de esperar, se interpuso en el camino del ermitaño impidiendole el paso. Le cogio del brazo y tirándole de él, le quito los dos peces.

¡¡¡¡¡Cuéntame ermitaño, no puedo esperar más. Cuentame qué es lo que me causa este malestar por dentro que no me deja dormir. Necesito saber que es, necesito saber que buscar y donde encotrarlo, cuéntame ermitaño, cuéntame ¡!!!!!!!

El ermitaño, cruzando su mirada con la del viajero por primera vez, y manteniendo los ojos fijos en él, le dijo si alzar casi la voz:

...no sé que es lo que buscas, pero parece que tienes prisa por encontrarlo cuanto antes. Creo que eso que buscas, no lo encontrarás aquí. Deberás de encontrar esas cosas allí abajo, en vuestras urbes. Las cosas son como son y están donde están, si tienes prisa por encontrarlas, no encontrarás lo que relamente buscas. Cada cosa llega en su momento justo ni antes ni después, y esto, no es nunca de otro modo.

Cuando encuentres esas cosas, quizás después puedas venir y encontrar aquí lo que realmente buscas, pero ahora, no vas a encontrar nada aquí. Así que...

... ¿te quedarás aquí interrumpiéndome el paso toda la mañana, o empezarás a andar el camino verdadero que buscas?

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