Cuentos I: El Murciélago y el Luciérnago (el Bosque de las Vocales)

Un murciélago auténtico, conoció con impetuosa euforia a un luciérnago.

Su hermana luciérnaga, que nadaba en un lago sevillano, cambiaba mandrágora por luz, a la vez que suponía que, todo oso color rojo, de sed, bebe té verde en Yemen, para nada acaba la sal y cada mañana salta a la cama. Por describirla aún más, decía vivir sin fin, junto a un ñu mutilado, que surfea al lado con su enorme cresta.

El conocimiento casual entre ambos seres vivos con todas las vocales, fue fortuito debido a que el impetuoso y eufórico murciélago daba vueltas por las noches sin saber a donde mirar. Resulta que la única vela encendida en medio del lago sevillano era la del luciérnago que afirmaba comer como en el lago de Como. Decía “ Cómo como en Como.”

En esta situación y ante tan grotesca descripción, el murciélago, eufórico de tal colocón, se limpió el colon y el recto, aunque obtuso, puso el ángulo ruso y desperdicio su tiempo en meter mano al viento… Resultó tal la violación de intimidad, que el viento corrió a pedir auxilio al tío Emilio. Quería que su ungüento, le diera el portento de robar portales, dentro de los cuales, los rivales ancestrales con ritos medievales, mediatizaban con medios, lo ocurrido con el murciélago eufórico. Éste, corrió… corrió… y corrió… entre lugares y gente, y rió además de encontrar el tente de Clemente, la maraca acá dalla Ana, il rin di Rimini, y un cucudrulu con gorro rojo.

Cuando llegó el que golpea en la cara y no lo ves, se escuchó una exitosa cual puntiaguda melodía sonora: La onomatopeya del viento. Sonó como ciento a coro en el silencio del cementerio. Los ortopédicos pies de los cuadrúpedos equinos que habitaban en él, resaltaron la tediosidad del aburrimiento al relinchar en la oscuridad como susurros de espíritus congelados haciendo el cuningulus con lo brazos.
Por ello, hordas bárbaras de caballos vallisoletanos provenientes de Roncesvalles, bajaron a escuchar lo sucedido y ver lo ridículo del público reunido: Emilio dando un ungüento al viento.

Mientras tanto, corría el Luciérnago, mareado de tanto volar enredado entre sonidos ondulados que portaba el viento dentro del portento del silencio. Manoseado del cuantificable y significante aire del Levante, daba de comer a sus piernas ritmos rápidos de corazón con movimientos mediocres, alcanzando el sostenido momento de la agonía: Ver que su hermana Luciérnaga era la que iluminaba el lago sevillano.

Ésta, dejaba entrever que salivar como si fuera un Salazar, no deja de sazonar la idea de acabar con la cabalgata de voces insípidas de todo el Galapagar. Por ello, como buena insecta de sabias maneras, recompuso el mediano día, levitando con elocuencia las palabras de la ciencia: “Conócete a ti mismo”.

Incluso afirmó al luciérnago: “Estoy como en Lucerna, con una pierna dando sombra fuera de la caverna, y con la otra dando de rodar a la rueda para apoyar el mito de Platón. Te daré una buena taza de té para que atentes con un mate las quejas a este tate. No es que mate tanta tía tanto tonto tan terco, porque tanto terco entre tanta tía, ten por cuenta, que prepotente tendrá a la gente e indiferente será el que asiente, ya sea Vicente o su primo Ricardo, el teniente”.

La respuesta de su hermano, fue concisa: “Son suspicaces. Son suspiros. Son sabios sentidos saboreando sensualmente sexo sobre si estás satisfecha de fiesta o echándote una siesta. ¿Sabrás saltar sobre tanta sal?¿Saldrá San Juan saludando a San Fran? ¿Silvará Silvana con la palangana sobre el son salsero de san Ramón?. Racanea cuanto quieras, pero raro será romper el ronroneo del reno ramplando el ron en la estación tan real y romántica romana del Rhin, aquella llamada Renania”.

...Mientras, revoloteaba en lo alrededores del lago sevillano, el mamón mordedor de mamas de lactosa que observaba la vela encendida a la vez que escuchaba las palabras de ambos insectos alados ilumantes. El tatu del murciélago auténtico, un vino tinto tuneado con una tuna tántrica, eufórico ante tal colocón, en el socavón de la razón, dejo resaltar la conciencia como contienda en la entrepierna del mamífero alado como en la barra de un bar. Se acercó y afirmó: “Luciérnago, toma un trago, porque asemejas a un vago ante esta conversación" Yo la diría: "Hasta la próxima, hermana, no sé si eres tonta o te lo haces. Naces como las nueces, que a veces, entre heces, recrudecen con aserejés las sandeces de canciones rebeldes de bailes de treces. Ni que fueras como los percebes, que sentados en pesebres como peces con fiebre, formatean su cabeza, reiniciando en cada vuelta a la pecera navideña, una nueva revuelta de avena en la verbena cerebral. Por ello, y sin más dilación, ilumina el lago sevillano como si fueras el Meteosat, o baila como el Sardá. Pero a mi, déjame en paz. Sólo quiero escapar y no parpadear en esta noche para perdurar mi ausencia en la presencia de la excelencia de la nada”.

Al escuchar estas palabras, el luciérnago agradeció los versos de su nuevo amigo todovocálico y dijo a la que iluminaba el lago con su misma sangre: “Ilumina hasta que vuelva mañana. Que el sol te acueste y que esta peste de alpargata, como resaca de emociones, no te dé relaciones proscritas como en mis días marchitos marchando en chachachá con pompas fúnebres Chal en un funeral chabacano de chorizo de Chueca sin sal. Yo voy a hacer seda, y no será esta parrafada, hondanada de hogaza de palabra por más tiempo, que parece, más que una bronca, una obra de arquitectura de nuestras vocales bailando todas ellas y cantando muchos ou yeas.

Que sea la última vez que cambias mandrágora por luz en este lago sevillano y despídete de todos iluminando por primera y última vez, porque no se volverá a repetir. Basta ya de tanta tontería tuneando párrafos perfectos de palabras pertinentes complicando algo tan sencillo como esto: No vuelvo a tomar tu mandrágora.Tomare té de tomate Ágora para no tener esta confusión mental que me ha llevado a conocer a un murciélago auténtico con impetuosa euforia por tomar la misma escoria de fanerógama. Desharé este entuerto verbal, mañana por la mañana. Adiós luciérnaga hermana"

El luciérnago se despidió así de su hermana y del roedor volador alado, dejando a ambos despistados. Por lo que la luciérnaga se quedó iluminando el lago sevillano, mientras el murciélago daba vueltas alrededor, disfrutando del viaje alucinógeno de mandrágora.