Cuentos IV: El Hada de Ankahar

Había una vez una gran extensión de llanuras en las que había multitud de tierras. En éstas, destacaba al descender desde el cielo, un intenso bosque con distintos tipos de árboles, Abetos, Pinos, Hayas, Olivos, Secuoyas y muchos otros árboles milenarios.

Entre tantos tipos de árboles, había un mar de flores que regaba con un manto de colores el suelo de este bosque. Compartían colores rosáceos, verdillos y nacarados. Las plantas aportaban texturas rugosas y mixtas con hojas de terciopelo y algodón. Pasear por este bosque era llenarse de energía y aire puro los pulmones. Era tan puro y fresco el aire, que respirarlo era sentir la vida entrar en los pulmones y suavizar los latidos del corazón.

Por suerte ningún humano había entrado allí. Los únicos seres que habitaban allí eran los animales salvajes que nacieron allí como ciervos, conejos, ardillas, osos, murciélagos… Todos habitaban con felicidad en este bosque que ellos llamaban el Bosque Amigo. Éste, estaba dividido en dos partes por un río que aportaba vitalidad y amamantaba de vida al bosque. En él, muchos tipos de peces de colores aportaban otro manto de colores ámbar. Saltaban salmones, carpas y truchas.

El bosque y el río compartían este territorio. Mientras una daba oxigeno y aire puro, el otro aportaba vida y vitalidad. Todo estaba unido e integrado.

Cerca de esta tierras, había una región que era de color púrpura rosado. Dominaban las lilas en esta parte. Aquí habitaban las hadas que volaban y revoloteaban por toda la región. Eran de aspecto infantil y con una mirada que producía sonrisa y alegría al que respondía con los ojos. Donde se posaban, con el brillo de sus ojos, bañaban de ternura todo lo que poseía con la mirada.

Las hadas, sólo podían volar hasta el final de las lilas, porque más allá, su vista se nublaba y su energía descendía. Nunca ningún hada se acercó a los límites de la región de las hadas. Todas habitaban en armonía y respiraban los olores dulces y afrutados. El cielo cubría todas estas tierras y en esta parte, era tan azulado que cubría con un manto de misterio lo que sucedía en las llanuras de Ankahar.

Cuentan los sabios vecinos de las hadas, que una vez, un eclipse de sol dejo ciegas a todas ellas durante casi una hora, lo que hizo que estas permanecieran agazapadas entre las lilas. Todas excepto una, que permaneciendo cerca de los limites donde acababan las lilas, al ver que la luz azulada de felicidad se tornaba en oscuridad, cerró los ojos y voló tan rápido y con tanta fuerza que sobrepasó los limites de su tierra sin saberlo.

Pasaron varias horas hasta que el hada extenuada por el miedo y el cansancio, cayó a la tierra de golpe. Permaneció 6 horas lunares inconsciente, derrumbada en el suelo. Cuando volvió en sí, se dio cuenta de que todo a su alrededor había cambiado de color, la temperatura era más fría, los colores no eran tan vivos y ya no había ese halo de misterio en el ambiente que la rodeaba. No sabía volver a su tierra, porque no distinguían bien las luces y colores que la envolvían.

Desde entonces, un hada anda suelta por el mundo sin que los humanos lo sepamos. Ella tampoco lo sabe, porque esta acostumbrada a los colores lilas, y siempre esta cerca de esos colores. Es su mirada, sus ojos los que revelan que es el Hada de Ankahar

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